martes, 31 de diciembre de 2019

31 DE DICIEMBRE


Hoy, día último de un año más, que a su vez es un año menos de todo, releo lo que escribí hace  diez cuando abrí esta diminuta y silenciosa ventana hacia un mundo deseado de todo, hambriento de misterios, descubiertos y por descubrir. Decía entonces: "Desear ha hecho seguir viviendo a muchos corazones rotos, por el dolor, por la indiferencia o por el simple cansancio de vivir... Todo ser humano tiene un deseo. Saber encontrarlo es el objeto de la existencia.". El paso del tiempo apenas me ha desviado de aquel primer pensamiento en el que me confirma que el corazón humano es capaz de soportar todo: capaz de morir y seguir vivo; pero también de morir sin haber vivido nunca. El corazón humano, o mejor "un" corazón humano siempre acaba por comprender a otro si se esfuerza, si se hace realidad esa empatía de la que tanto hablan algunos como palabra recién aprendida y aprehendida del vocabulario wiquipédico pero que ignoran su profundo significado. Sin embargo, nuestro corazón tiene mucho de reloj, y no precisamente de reloj atómico, sino de arena: posee su tiempo, éso que nunca se consigue con dinero, aunque sea muchísimo. Desde que el reloj de la catedral de Núremberg, en el calvinismo, empezó a tocar los cuartos de hora, se ha dicho que el tiempo es oro...¿lo es...?. Quizá... lo ignoro, pero sí sé qué es más valioso que el oro o el diamante negro natural.
Me decía un día alguien muy sabio que crear tiempo es amor, es vida, es eternidad aunque solamente sea para uno mismo, porque éso es lo que hizo quien nos creó, fuera quien fuera. Pienso que quien solamente se ha dedicado a observar el tiempo, increíblemente nunca sabrá qué es realmente amar, desear ser deseado para anhelar ir hacia ese paraíso nostálgico al que posiblemente nunca se llegará, que nos da la vida y que nos la arrebata a sabiendas y que se transmite siempre de dentro afuera, como la paz, tanto la interior como la exterior.
Hoy, que solamente pensamos en nosotros mismos, en decir muchas veces yo con la ilusión de llegar a serlo, es bueno reservar un poco de humildad para ser otro, ése que nunca seremos y querríamos haber sido, como esos lugares inquietantes en los que ya no se lloran las desgracias porque no se piensan en ellas, porque se ignoran sus existencia, y seguir deseando, como dice ARS en uno de sus libros: "el tiempo en Mogador es otra entrada al cuerpo: un sexo abierto y profundo, una noche serena, profunda, un apetecible misterio, una aparición". 
Recuerdo que en Mogador, el corazón es el instrumento más apreciado; nadie toca su propio corazón, sino el de los otros: ley elemental de la música mogadoriana del deseo. Y por eso es un instrumento que se toca en parejas.
El deseo, en ocasiones, se deja ver sin ser visto por el contrario... o sí. Y se atreve a ser inoportuno... o no. Son cosas del deseo mogadoriano, que al llegar a pensar en ser sexual se produce un salto extraño en la mente y por lo tanto en el gesto y en el lenguaje, que enmudece, transmutándose en visible lo invisible. Posiblemente por ello, las miradas mogadorianas son tan importantes entre los integrantes de la casta de los Sonámbulos, ese grupo especial de deseantes crónicos que caminan por el mundo y que solamente se distinguen por la forma de... "mirar con aire", como solamente saben hacerlo ellas y que nosotros, las más de las veces todavía no hemos llegado a aprender, a descifrar, a comprender esos algoritmos que seducen y desafían impunemente.

Diez años tras la primera entrega de estas pseudoreflexiones, sigue presente la pseudoadolescencia parcialmente mental de aquél que se preguntaba si sabía la lluvia detenerse a tiempo o si lo imprescindible es precisamente lo que nos destroza; si viene o no viene, o si viene con exceso; o si vino y se fue, que es aún peor. Posiblemente sea momento de ir dejando pasar el tiempo para partir en silencio, sin gemidos de viento que aislen más todavía................o no......


martes, 24 de diciembre de 2019

PASÓ...SIN MÁS.


Echo de menos el gran azul, aunque solamente sea para pedir que me socorra, tocarlo como se toca a un animal equívoco, un animal que se coma la tierra y luego se confunda con el cielo para percibirla una vez más. 
La veo en mis sueños y la confundo como la isla en donde vive el Garoé, aquél de los históricos bimbaches, para llevarla conmigo hasta su sal y beber su agua en su mágica "lluvia horizontal". Y la agrupé en mi retina y me transformé para sentirla como se acomoda quien se ama sin piedad, sin retroceso, hasta el final, como si fuera esa Ítaca a donde todos regresamos para sentir sin pensar.

En ocasiones, los Sonámbulos sentimos como las islas, nos convertimos en oráculos de la nada, desolados ante un diario sin alimento que llevarnos a la boca del alma, sin esa huella dactilar que dejar sobre otra piel, solamente oyendo la voz de un Ulises que grita por las calles de esa Ítaca que solo habita en nuestra mente, presa, enclaustrada en el interior de voces que le reclaman y a las que desea ser inaudible a sus sonidos porque al fin descubre que la verdadera distancia se mide en miradas, nunca en palabras... como aquéllas del distrito parisino 18, siempre decadente, artístico, jazziano, lleno de vida, de colorido, con aristocráticas familias venidas a menos pero con esa altivez que distingue a quién fue y ahora no es. 
En definitiva, quienes ya no están o se siente que no habitan nuestra presencia, no siempre tienen ausencias discretas, sino que se tornan indescriptiblemente muy suyas, con sus biografías a cuestas, inserenamente vitales prolongando la vida de cada instante que se comienza a vivir de otra forma, con otra proliferación de sensaciones por aprender...como en Esauira, ese Mogador de ARS al que siempre que se regresa se halla una nueva existencia.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

LA MAGIA COMO RESPUESTA




Conforme pasa el tiempo, más me reafirmo en que menos es más, como dijo Mies van der Rohe. En todo. Acumular, en todo,  es un modo simple de no tenerse, de ser frágil por encontrarse con uno mismo... solo, sola.
Hasta el mundo del deseo se alimenta con más intensidad cuanto menos cantidad se extiende alrededor suyo. Leí en una ocasión que Virginia Woolf comentó en uno de sus discursos que crearon ese tsunami de revelación humanística a juicio de una gran mayoría, que los ojos de otros son nuestra prisión, sus pensamientos, nuestra jaula. Y es que en muchas ocasiones, nos ajustamos a ese silencio al que es mejor no tratar para no escucharse a uno mismo, para convivir con la ingenuidad que provoca ese gesto al que no nos hemos podido autocensurar para ser, definitivamente, lo que queríamos hacer, ser. Caer en esa furtividad de la que no ha pedido permiso, autorización, consenso... nos hace fuertes momentáneamente, sin pensar que el olvido tiene formas nada sofisticadas de permanecer y aún menos de huir.
Antonio Vega, ese gran cantante que la vida que él eligió nos lo arrebató por sorpresa, con anuncio premeditado pero con la necedad por nuestra parte de que el destino no se convirtiera nunca en su propia crueldad, escribió en una de sus canciones: "Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados, se divisan infinitos campos, donde se creó Ia primera luz, germinó la semilla del cielo azul, volveré a ese lugar donde nací. De sol, espiga y deseo  son sus manos en mi pelo, de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo". 
Vivir es un regalo, sí, pero un regalo envenenado si no se sabe desentrañar la extravagancia de su rudimentaria singularidad, de esa sencillez de desear.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

GASTRÓNOMO DEL AMOR (Segundo plato)


Los cambios más importantes de la vida, de cualquier vida, suceden de manera casi imperceptible; se realizan mediante una paulatina acumulación de detalles que, separados uno por uno, no parecen significar nada, pero de repente, juntos, se manifiestan en todo su tamaño y con toda la carga de frustración, satisfacción, posibilidad, apego, deseo de repetición, etc. 
Llegar hasta esta afirmación me la trajo la acumulación de conversaciones que personas desconocidas para mí hasta un momento concreto me las transmitieron de forma totalmente espontánea y precisa. Un trabajo, un viaje, un estilo de vida, hasta un nuevo amor aparecieron de tal manera, sin preveerlo, sin presagiarlo. Fueron flashes que inducían a tal mutación cuando recurrieron al feed back necesario para seguir caminando a esa memoria inconsciente de la que somos también los amantes del buen comer  y que no necesariamente somos Proust. Sucede, sí,  también en la culinaria. 

Alguien que dice quererte, ¿cómo creerle...?, tanto para quien lo dice o piensa... ¿Es una ilusión mental, un alucinación...?. Debería existir algún potaje mágico de cualquier color que si él o ella lo tomara con cuchara de plata descubriera la finalidad de sus verdaderos sentimientos. El potaje cambiaría de color si fuera mentira, se oscurecería; y en cambio, si la verdad imperara sería de una luminosidad excepcional; y si la sopa no cambiaba de color, permanecía inmutable... querría decir que le resultaba del todo indiferente. Posiblemente sea algo similar a lo sucedido con el realismo mágico...
Otra información que con los años he recopilado en lo relativo a lo gastronómico y la personalidad amorosa es conocer a fondo la sal y el azúcar. La una es muy concreta, la otra demasiado abstracta. Si se usa mucho la una, hará falta la otra, y ambas inducen a vivir en perpetua nostalgia compensatoria. No hay mejor método que el camino trillado: sal al principio, azúcar al final. Lo salado, además, sirve para dejarnos satisfechos habiendo extraído esas excelsas amarguras que no son tales, que habrá pensado incluso en abandonarlo en sus labios difuntos de amor. Lo dulce, en cambio, no es para atiborrarse, sino que es un estímulo para la fantasía, para el camino deseante. Ya lo dijo Savinio: " En el orden de las comidas, el dulce ocupa el lugar del vicio, o mejor aún, de un pecado que no estaría mal llamar dulcísimo. Los dulces los aceptamos cuando ya nos hemos parcialmente saciado, contar con esa parcial seguridad, apagado la necesidad (yo diría los interrogantes, la suspicacia...). El dulce hace olvidar lo que tiene de necesario, y por tanto de lúgubre y de mortal la operación de nutrirse; nos reconcilia con la parte divina de la vida y hace renacer en nosotros la estable alegría, la risa, el humor". 
Y tener sentido del humor es tan importante........... ¿a que sí...?. 

domingo, 8 de diciembre de 2019

SENSACIONES PARA COMPLETAR UN PAISAJE HUMANO


Jolan Chang escribió El Tao del amor, la antigua vía china hacia el éxtasis, como la tradujo Lorenzo Cortina en 1977. Su estudio, como lo fue el Ananga-ranga, los kama sutra, la flor lasciva o el Ktab, según tierras diferentes, son esas bases a las que el occidental ha querido acercarse para comprender el origen de todo lo que mueve el destino al que irremediablemente se dirige por mucho que se niegue o no lo quiera admitir por no sentir que es la sepultura de un deseo que se quedará como tal para siempre mientras aquello que se parece al amor esté presente en su existencia. 
Esa avidez sensorial que puede vislumbrarse entre la mística de libros que simulan otros misterios se extiende más allá de sus páginas y siguen escribiéndose como sonámbulos en la piel y en la carne de quienes los leen, que sin saberlo son al mismo tiempo los que los habitan. Parece que no pudiera ser...pero lo es. Resulta imposible vivir sin esos mensajes cifrados en el alma...
En un texto de ARS habla de ello cuando dice que al llegar al sexo se produce un salto extraño en la mente y por lo tanto en el lenguaje: la gente describe inmediatamente lo invisible del acto y del cuerpo. Quiere y no puede explicarlo... El estudio de la anatomía mogadoriana, añade, incluye lo que no se toca ni se mira, pero se siente, algo que es muy común entre los miembros de esta casta..."los Sonámbulos". En ocasiones, hasta no duermen pensando en el sueño que tienen y que están viviendo, saboreando cada segundo, cada silencio lleno de aroma o de mirada resumida. 

Alguien comentó de ella que quizá podría llegar a olvidar sus rasgos concretos de cómo era, pero tendría labrada en su memoria lo que sentía al verla.

viernes, 6 de diciembre de 2019

DON Y RESTITUCIÓN


Si contamos todo lo que hacemos, ya se sabe al menos en qué se va la mitad de nuestra vida. Lo que resta es es nebulosa que el humano precisa para seguir siendo habitante. Me lo dijo un sabio de ésos que caminan por nuestras calles en cualquier ciudad y que nadie se fija en su existencia... 

Cuesta reconocer diferentes momentos que han quedado tatuados en nuestra mente, aún sabiendo que su color y su movimiento eran personales, muy personales, posiblemente sin premeditación y menos aún sin alevosía. Un día, una noche, al olor de su perfume irreconocible por su simbiosis con el propio aroma de la piel, descubre que su sentido de la vida, sin los otros, no podía ser, era imaginario,  constituyéndose en vulgar; sin embargo era transmutado y preñado de esa extravagancia que hace ver donde otros/as nunca serán capaces de apreciar, como un la Casta Diva cantada por la Callas, los colores de una alfombra bereber de un Atlas lejano o aquel paisaje remedante de olas oceánicas de un Ubud que siempre acompañará al Sonámbulo y que ya nadie le podrá arrebatar.

Ser animal nocturno en la oscuridad de su bosque deseó, transmutarse sin saberlo,  abordar aquella libertad de la que hacía gala, esa serenidad que un día abrazó, probablemente como madera tras el naufragio. Apreció que cuando la gente colocaba su cansancio en su extensión creando sombras latentes, hasta los rasgos de las caras más duras parecían ganar calma, aunque fuera a costa de la suya. Pensó en las personas que vagaban en aquellas horas por cualquier parte del planeta, en una segundaterceracuartaquintasexta...mil existencias similares en todo a la que adquirían en su mente los personajes de historias ya terminadas. Y es que lamentablemente las metas en muchas ocasiones son solo llegadas, quedándose en esa furtividad de un beso arañado a la sorpresa o el calor de una piel a la que las endorfinas aún no han llegado a hacerse presentes... o nunca lo harán.