Nunca había imaginado que un masaje pudiera hablar por sus manos, con movimientos circulares sobre los músculos de un cuerpo silente aunque no ausente, estiramientos de todos sus articulaciones, uñas arando la piel pero sin generar dolor alguno...manos de deseo era lo que notaba insistentemente deslizándose sobre la penumbra de las urgencias de una corteza corpórea que controlaba por la ranura de sus ojos semicerrados. Y la humedad, esa atmósfera de aromas que fluyen hacia un interior que es más un inventario poético de las señas del deseo que el artificio posible e inherente para que el cuerpo se deje hacer, huya del mundo real y se inmerse en lo onírico junto a la amadaamante y su espiral de sueños que le dicen : "Disfruta y comparte lo que tus creaciones broten de tu mente con quien al amarte despierte en tí un eco de estos sueños".
Y sintió, cómo se acercaba lentamente hacia su boca, y sus labios rozaban apenas su piel , el vello más leve de su cuello, los lóbulos, las mejillas. Y cuando giraba su cara para atrapar su boca con la suya, mordía dócilmente su labio superior mientras el otro llegaba hasta su mandíbula. Le daba de comer sus pómulos, luego su barbilla y mientras su lengua se deslizaba por todo el cuello de nuevo, aspirando cada ángulo de él, sentía que descendía su interés hacia el resto de su cuerpo con su boca abierta, y su lengua en silencio parlante hasta que atrapaba aquello que pronto les haría uno solamente, y lo engulló y él era una espiral movida por su lengua.
Aquél fue su masaje, aquél su sueño...o no.