lunes, 10 de abril de 2017

PRIMA VERA


Alberti escribió Golfo de sombras en el invierno de su vida. Leerlo es notar que seguía impregnado de juventud, de futuro poco cierto, y poseyendo el siempre deseante misterio de conservar el agua en el puño de la mano. "Aquella noche tenía alas..." escribió. También habría podido escribir que nada de lo que es nada continúa, que el tiempo derroca lo que no tiene profundas raíces a las que asirse, y que a las raíces hay que alimentarlas, y que el jardinero es tan importante como la planta en sí. 
Recomiendo vivir el momento, la unicidad, lo irrepetible, como el ahora que yo escribo y usted lee. Cada instante vivido, más que un cuadro, es un museo de detalles únicos. Deben atraparse en todo su esplendor: nunca más se repetirán. Más aún cuando el tiempo es la primavera sanguinaria de los bosques, en que se despiertan, los animales  de su letargante existencia invernal y se alimentan del rocío. Es buen período para pasear, integrarse en la naturaleza, ¡hasta la de las ciudades!,  y buscar a sus habitantes, ésos que cuesta hallarlos sin su abrigo artificial. 
Decía Neruda en su Extravagario que lo que se ama hay que hacerlo sin medida como un beso, que se sabe , o no, cuándo comienza pero nunca cuándo finaliza...

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