Releer Nueve veces el asombro, de ARS, es revivir, renacer, recrear experiencias escuchadas o vividas con la intensidad de quien solamente ve lo que siente, y siente lo que ve. En su capítulo Veintiocho, habla de lo que en Mogador se siente cuando el aire entra y se conserva cautivo en el interior de sus habitaciones, y que el placer en Mogador se origina minuciosamente (¿o debería decirse minuciosamante?), por un deseo devorador. Cuando una mujer desea a alguien y se le aprecia en la mirada se dice que "ella mira con aire". Son aquellas miradas que brotan en la nuca y que incendian los ojos con oleajes insinuantes de sirenas.
Caminar por la ciudad del deseo es introducirse en un torneo de previsiones inesperadas, como en la vida misma en que las metas, si no son deseadas, son solamente llegadas.
Me contó alguien que me precedió a mi llegada a Mogador, que sin pasión, nada llega a ser ni siquiera vulgar, éso que abunda e inunda las vidas de muchos y que aún peor, lo ignoran hasta que llega la parca a por él/ella.
La pasión no puede ocultarse aunque no sea visible, se exterioriza con cada gesto, con cada palpitar de un corazón que asusta de cómo respiran sus latidos. Y lo que es peor... no se quita ni con una ducha.