Comprendo el por qué las primaveras están tan prestigiadas y en cambio de los inviernos se huye buscando la vida renovada de esperanzas recubiertas de rugosidades, al estilo de las que ARS cita en Nueve veces el asombro, excelente recetario de deseos fusionados en voluntades. Habla de una profesión muy reconocida en Mogador, la de los lectores de codos y rodillas. Se dice que en la ciudad del deseo se siente más clara y rugosa la escritura secreta. De cualquier forma, es mejor leerlo y entender lo que expresan los otros entendidos de lo liso y arrugado, que mientras se buscan y rebuscan esos matices dermatológicos se alejan discretas ausencias..
El frío problemiza las miradas, que se tornan más esquivas, más dolientes, a la espera de esa belleza que no se quita ni con la ducha, como esos días que amanecen al anochecer en busca y captura del calor que desprenden los cuerpos olvidados de tanto verse sin mirarse, como esas primaveras tan pacientes con los tópicos de todos los años.