Existen instantes en que se reconoce, por fin, la realidad de toda una existencia, esa road movie que nos une y separa de lo que verdaderamente debiera importar.
Hoy imagina el Sonámbulo estar degustando aquel sabor que unía todos los sentidos y que transmutaba un hoy por un mañana inexistente de olfato, vista, oido y tacto. Sabía y sentía, sentía y sabía aquel sabor... sabio.
Es lastimoso no contar con ese tercer ojo del que hablan los budistas y que el zen intenta alcanzar. Derrochamos tal ignorancia los humanos..., somos en ocasiones tan ciegos al no ver lo que oculta nuestro analfabetismo sentimental, que ni aun librándonos de lo falso que nos conforma llegaríamos finalmente a lo auténtico.
La vida se compone de lo imaginado sobre lo vivido, nunca al contrario. Sería excesivamente desolador no entender que el destino, por extraño que pudiera ser, se define en un solo instante, aquel en el que el humano sabe quién es.
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