Existen amores polarizados que confunden más que animan a convertirse en eternos, que no duermen, se fosilizan. Son fáciles de intuir mirándoles sus ojos y sus comisuras labiales, las marcas que rompen los silencios y alegran ambientes censurados. En cierta forma son mensajeros de noticias aún no publicadas, presagios de cielos galvanizados por tedios y lluvias de lágrimas en forma de bucles.
La desesperanza es llevadera a condición de vacunarla contra los brotes de nostalgia que son callados secretos de ausencias injustificadas, propias y ajenas. Y es que el humano siempre se demora en llegar. Le cuesta despertar de aquel sueño de la razón de la que hablaba mi paisano Goya, y crea monstruos cuando rechazaba tan solo la posibilidad de su existencia. Posiblemente por ello, como dice ARS, muchos se protegen en Mogador, la ciudad de voces que resuenan, y sus murallas son como labios que amplifican y modulan su canto.