domingo, 29 de septiembre de 2013

VERLO DE LEJOS



Leí una vez un comentario de Stevenson sobre que el mundo habría seguido marchando aunque a Shakespeare le hubiesen golpeado brutalmente en la cabeza en una noche oscura en el coto de sir Thomas Lucy... Todo a propósito de la vida y de a quién le es más necesaria e importante. No le demos vueltas: a quien más útil es la vida, siempre, es a uno mismo.  Sin embargo, no todos entienden su significado. El viviente auténtico es quien derrama su vida como un pródigo, que la desvive viviendo, no el que la acapara como un oscuro avaro... El problema, siempre, no es el destino, sino la actitud ante el destino. Para entender el sentido de lo que se está viviendo es necesario tomar algo de distancia, caminar hacia otro lado hasta ver la claridad de lo que antes se tenía justo al lado. No falla. Todo depende de nuestro deseo y de nuestra curiosidad. Cuando alguno de los dos falla... Lo nefasto es que ambos, uno y otro, no se aspiran, no se programan: o se tienen o no se tienen. 
Por el contrario, la curiosidad y el deseo son siempre vitales. Intentar calmarles mediante la posesión es como tratar de apagar un fuego echando paja, escribió el filósofo Pitágoras como buen matemático que fue. 

Eduardo Galeano escribió La casa de las palabras:

A la casa de las palabras, acudían los poetas.
Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas, y se las ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran.
Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz.
Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...

El poeta Galeano, al igual de otros poetas, escritores, pintores, escultores... derraman curiosidad y deseo. Saben que el universo que ellos ven, su universo, puede ser también el universo de quienes les observan y siguen

sábado, 21 de septiembre de 2013

ELOGIO DEL INSOMNIO, de Alberto Ruy Sánchez

Exalta ARS el insomnio en el último libro que le leo (Elogio del insomnio. Alfaguara). Cuenta que ya desde niño sentía la lentitud nocturna caminándole por todo su cuerpo. Navegaba - añade- en la noche como en el vientre de una ola interminable, como si estuviera en un túnel de agua donde todo y nada sucede.Y el mar estaba fuera de mí y también adentro: era mi cuerpo unido a la oscuridad, diluyéndose muy poco a poco en ella. Y no era un sueño. Es importante este matiz. Distancia la vigilia, real o imaginaria... real e imaginaria... 

La noche engrandece los sentidos, sí. Tal vez porque lo que le rodea le empuja a anularlos, a empequeñecerlos, y el interior responde con la voluntad creativa, la que nos caracteriza, la que restablece lo aparcado durante el día. Los recobra con la pureza de ser lo que verdaderamente sintió, le sintieron. Es por ello que la noche es la perfecta compañera de los amantes, que los extiende y los posee con esa esperanza de no perder al amado, a la amada, que es el quicio de la puerta de la casa que fue desarraigada de sus cimientos por huracanes, anegada de palabras no dichas u olvidadas de significado.