Recuerdo cómo fue la última tarde que ví tensarse la línea del horizonte frente al gran azul, sentir que una vez más el tiempo se detenía y sentaba a mi lado, impasible y silencioso para permitirme recuperar la memoria.
De algún modo, las sensaciones que me inspiran esos momentos nunca más las reivindico cuando estoy de vuelta. Simula que parte de mí se ha quedado atrás y que espera mi regreso. Es como la arquitectura de un deseo construido en el espacio secreto de mi imaginación y a la que en muchas ocasiones valoro más que la realidad que vivo a diario. Me resisto a creer que es solamente un inventario poético, un residuo nuclear del que hace centenas de años no puedo acceder porque se encuentra estanco allá lejos, in y no out.
Definitivamente, si el ser humano, si yo como tú, somos materia, prefiero sostenerme en la cadencia de un deseo que en la realidad de un suspiro.