Uno de los libros de ARS que más veces releo es Nueve veces el asombro. En uno de sus capítulos escribe que el órgano sexual que más obsceno se considera es la boca, y añade, radical y poderoso, para darle más consistencia aún.
La boca reina entre los cuerpos que se aman y convierten todo lo demás en metáfora, en imitación, en imagen de la boca. Las cosas más importantes de este puerto primordial nacen y mueren por la boca. Por eso en Mogador las palabras son la parte primordial del acto amoroso.
La boca reina entre los cuerpos que se aman y convierten todo lo demás en metáfora, en imitación, en imagen de la boca. Las cosas más importantes de este puerto primordial nacen y mueren por la boca. Por eso en Mogador las palabras son la parte primordial del acto amoroso.
Y es que las palabras modelan cualquier situación que implique personalidad, demostración que lo que se ha pensado, se ha hecho para ser dicho después. Cuántas veces nos ahorraríamos dificultades si hiciéramos realmente lo que dijimos íbamos a hacer. Las palabras, y sobre todo la forma en que las pronunciamos, generan ese perfume que acompaña el sueño... deseado.
Las palabras deben tener su ritmo, su cadencia, para ser creídas. Por ello, para ello, la práctica es necesaria. Cuando algo se desee hay que pronunciarlo, paladearlo, sentirlo para hacerlo suyo, de cada uno.
Mogador se siente verdadero porque es real, insiste en ser creído como preámbulo de ser hecho por y para cada uno, hacia la acción de la que hablaba al principio. Posiblemente por ello, las palabras son controladas, aunque no lo parezca, como los deseos, que la poetisa Cristina Peri Rossi decía de ellos:
Nadie ha podido demostrar hasta ahora
de manera fehaciente
que los pequeños deseos
son más fáciles de conseguir que los grandes.
Sólo se ha podido demostrar
de manera fehaciente
que son más numerosos.
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