Existe un pasaje en En los labios del agua, de ARS, que leo y releo ensimismado, como si mi niño interno pugnara por no traspasar mi ya bastante vivida superficie corpórea y permanecer emulando al escuchante de leyendas. Es el que tiene que ver con el descubrimiento por parte del protagonista, de la relación que Aziz efectuó entre sus sueños en donde imperaba el deseo y las leyes matemáticas de la probabilidad. Habla de un cuadrado en donde entraban a relacionarse nueve números por cada lado y que se denominaba cuadrado védico, y que posiblemente venía de India. De su combinación numérica aparecían grafías, figuras, presentes y futuros, casualidades y proyectos...
Allí pudo ver la obra cumbre de Aziz: el azulejo caligráfico del deseo y sus nueve sueños y las peripecias que le surgieron hasta su llegada. ¿Cómo era que allí se reflejaban los estados aparecidos varias décadas después de la muerte del calígrafo Aziz...?... Le contaron que calculó y volvió a calcular que alguien se sentiría poseído por sus deseos y recorrería un camino laberíntico hasta poder hacer realidad lo que él no pudo vivir, fundamentalmente con Hawa, su amada. Él sería quien lo hiciera. Estaba designado. Ser Sonámbulo procuraba también adueñarse de contenidos nunca sospechados, de libertades jamás imaginadas, como las que Mahatma Gandhi explicaba a quien quería escucharle: "No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento detreminado, desarrollar nuestra libertad interna".
Y él entendió, al fin, que si deseaba amor verdadero debía aprender a amarse. De nada serviría alcanzar metas por muchos deseadas si no vivía acorde consigo mismo, si no le proporcionaba una serenidad luminosa. Hawa merecía heredar el mensaje del calígrafo, la profecía del deseo, lo inmaterial que proporciona el auténtico equilibrio interior, la armonía con el reflejo de uno mismo.
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