Dice ARS que Cartagena y Mogador son dos ciudades gemelas. Ambas traspiran noche y sexo. Posiblemente porque en las dos se acude en busca de alguien, con la esperanza a cuestas, con el imán del deseo en plena actividad sensual, ciertamente incierto en la creencia de que cualquier pensamiento tiene siempre un final... y no. El ser humano posee ese encantamiento infantil que le entremezcla su vida adulta, narcisista y contemplativa pero predictiva como cuando relata en En los labios del agua (Alfaguara.2005), su encuentro con Leila y la melodía de seducción que le acompañó hasta las alturas o como se reconocen los de la casta en donde las nubes habitan. Leila le dice que "los sonámbulos somos cuerpos poseídos por los dedos hambrientos de miles de otras personas que murieron antes de realizar sus sueños. Somos embajadores de sueños, enredaderas de sueño, muchas veces con espinas. Nudos de sueños. Por eso estamos aquí, cumpliendo deseos de personas que conocimos pero que ahora son deseos nuestros".
Los encuentros con sonámbulos siempre son enriquecedores de vida, la amplían y alimentan para ser más intensa, tal vez también más extensa...
Y sí, puede que sean dos ciudades gemelas Cartagena y Mogador, posiblemente porque les baña el agua y les avisa con ternura unas veces, con violencia otras, que la vida se ha de deshidratar para ser de nuevo hidratada para lamerse su sal, que estimula los demás sentidos, que los acucia hasta hacerlos caer en el campo de batalla del deseo. Leila supo que el destino estaba escrito con letras feromónicas.
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