Maimuna hacía del baile lo que en su país dicen "los nueve niveles de la escalera iluminada", cuenta ARS en su libro En los labios del agua.
Son: el rigor, que conlleva el placer de la contención; la conciencia del cuerpo, el descubrimiento; la seducción, el arte supremo; el conocimiento de la otra persona por el cuerpo, la mirada continuada; el abandono, primero en las manos de la música, luego en las manos de con el que baila; la transformación continua del propio cuerpo por quien baila; la sensación de juego, el goce gratuito, vacío de intención; el placer de transportarse, de viajar mentalmente; y el placer sin nombre, dicho así porque son pocos los que lo alcanzan y quienes lo alcanzan no pueden describirlos con palabaras sino bailando.
Llevar dos cuerpos hasta tal nivel requiere lo que dos mentes han sido capaces de crear a la par, al unísono, sin apenas palabras. El baile de los cuerpos, la ilusión de los sentidos iluminados exige concentración y tiempo. No pueden ser inexpertos ni demasiado jóvenes. El sonambulismo precisa estudio y meditación no aprendida en las universidades del conocimiento básico, ni aunque se hayan equiparado a los planes de Bolonia. Se requiere un máster en teorías mucho más elevadas, las que acompañan al espíritu, asignatura de la que no hay cátedras... aún.
No hay comentarios:
Publicar un comentario