Hoy he finalizado la última novela de Orhan Pamuk, un casi desconocido para mí. Hasta el pasado mes de septiembre solamente conocía de él que en 2006 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, buscando lectura en una librería para un próximo viaje por Turquía, ví en un estante dedicado a él un libro titulado Estambul. Me hizo ilusión poder leerlo cuando estuviera allí. Y así lo hice. La experiencia fue tan interesante como inolvidable. Ya no porque me abriera los ojos a una ciudad "diferentemente especial", sino más bien por cómo lo decía, cómo explicaba el latir de una ciudadanía dentro de una historia encrucijada de costumbres, sentimientos y ... deseos. Y sobre todo por cómo repetía una palabra: amargura, para insertar las connotaciones de cómo fue, cómo él la vio, cómo la sintió, cómo la deseó...
Por éso, cuando ví el anuncio de su última novela tras volver de recorrer Turquía, El Museo de la Inocencia, no me resistí ni un instante en hacerme con ella. Es de ley decir que tan importante como la novela es la traducción de Rafael Carpintero, esencial en captar todos los matices que, seguro, Orhan Bey deseaba transmitir a sus lectores.
Solamente voy a decir de la novela que es la historia de una pasión, de una devoción y de un respeto inconmensurable hacia un gran amor. Y por supuesto, con ella se podrá conocer más el carácter y la vida de una ciudad, un país, que lucha por conseguir su destino y demostrar lo que fue. Pero también es un ejercicio autocrítico, no se crea.
Leerla habiendo conocido Estambul es una delicia, aunque si todavía no lo han podido hacer, este año entrante es el mejor para pasear por sus calles, por el puente Galata, la plaza Taksim, la calle Cumhuriyet... o la Calle Cukurcuma. O también, ¡quién sabe!, la boutique Champs Elysées, el edificio Compasión o la Academia Sobresaliente...
Y es que este año se podrá ver el Museo de la Inocencia, en la calle Cukurcuma, la verdadera novela viviente. Por ello deberá llevarse consigo la novela, porque tal vez con ella le sea más fácil entrar y comprender todo lo que allí se expone y hacer realidad aquella frase que alguna vez todos hemos oído o dicho: lo que une dos momentos es el tiempo.
El libro, como no podía ser menos en este blog, es deseante, todo él, desde principio hasta más allá del fin... Al menos hasta que se vuelva de nuevo de Estambul, de haberla reconocido de nuevo de la mano de la persona amada, a la que se le descubra los hechizos de las miradas, de los sonidos y olores que la ciudad esconde. Dicen que las ciudades esconden metáforas descubiertas por los ojos de los peregrinos que indagan respuestas: Estambul las tiene, solo hay que buscarlas.
Si desean tener momentos felices, lean la novela. Se habrán hecho un gran favor.
Ah!... y luego, váyanse a Estambul a ver El Museo de la Inocencia y a celebrar lo hermosa que se ha engalanado para celebrar en ella la Capital Europea de la Cultura, ciudad que vivió el poder de tres imperios, el romano , bizantino y otomano, observen el mar Negro y el Mármara, la vieja y la nueva Costantinopla en la que siguen conquistando la opulenta belleza de sus mezquitas, palacios y bazares en una magnífica cuña geográfica formada por el Bósforo y el Cuerno de Oro, en la que viven alrededor de quince millones de personas. Visiten también la basílica de santa Sofía (Aya Sofya), la Mezquita Azul y la Mezquita de Solimán, Naz perver kalfa y la Biblioteca Murat Molla, el palacio de Topkapi, el Centro Atatürk o el coqueto y romántico Café de Loti enclavado en un cementerio, sin dejar de ver el Palacio Dolmabaçe. Y si desean embadurnarse de objetos de toda condición y textura, visiten el Gran Bazar, con sus cuatro mil tiendas, un verdadero laberinto de deseos comprometidos.