Sucede en repetidas ocasiones que el exceso puede ser una insuficiencia. Así se lo dijo en una ocasión alguien al que intentaba parecerse, incluso en la armonía que desplegaba en sus defectos.
Solía hablar con él de sus viajes, los de ambos, los físicos y los mentales. Por encima de todo, el preámbulo de la partida solía ser lo mejor. Buscaba encontrarse todo lo que su imaginación y su realidad habían pensado en encontrarse. Lastimosamente nunca lo geográficamente esperado se convierte en esencia. Nuestra mente desarrolla ese disfrute sin medidas en algo intangible. Sin embargo, aquella vez, en aquel geográfico apartado lugar lo seleccionado se hizo selecto y lo imborrable se transformó en huella, experimentando el placer de lo inesperado e incluso el deleite de extraviarse sin importarle en recuperar el camino. Redescubrió las noches, el reino de los sentidos, abandonando el barroquismo de la vida en exceso habitada y planeando en aquel minimalismo sostenido tan solo por las ansias del deseo.
Continuará...