martes, 31 de mayo de 2022

AGUAS MOGADORIANAS


 

Cuando se presenta el gran azul en frente, la memoria regresa a Mogador, al roce de su arena en los pies descalzos, que no es la misma arena que se ha pisado en otros momentos y en otros lugares...a oler el aroma casi asfixiante del salitre sobre las barcas recién varadas que han traído la generosa pesca del día y que será subastada. Huelo aún sus sardinas que hechas sobre una primitiva brasa alimentaban a quienes aspiraban a comerse una parte de océano entre sus dedos. 

Mogador impregna los sentidos si se pasea por sus calles cuando el sol comienza a debilitarse, a subrayar su ausencia. Es entonces cuando se cocinan esas fragancias difíciles de catalogar, siempre delicadamente salpicadas de especias que estimulan los sentidos para desear (¿no habrá otro verbo...?)  llegar cuanto antes al domicilio donde se habite. Asemeja a un nuevo deslizamiento en los sentimientos del amanteamado que se siente burdo adolescente entre tiznados ojos que él quiere que sean lujuriosos, y lo son, como los de él, ebrio de palabras, espiral de deseos (¿no habrá otro sustantivo...?) que broten de sus labios para ser eternidad dibujada entre dos anatomías que se buscan y encuentran sin otro fin que el solo hedonismo.

El agua que azota Mogador es atlántica, y junto a su viento, le peculiarizan, le hacen ser de olvido imposible, desordenan y vuelven a ordenar aquellas imágenes deseantes y reales que, hoy, viendo este gran azul, es imposible despejar de la mente del Sonámbulo que observa un Mediterráneo, que aún sonando serratiano, no cumple la finalidad de despertarse en el eco de sueños creados solamente para su amanteamada.

sábado, 21 de mayo de 2022

PENSAMIENTOS INCONCLUSOS (3)

 



Con su sarong subido hasta los torneados muslos, sus pies descalzos serpenteando las olas y con el atardecer al fondo, dibujaba la imagen que bien podría pertenecer a un documental del National Geographic. La mañana había comenzado con una sesión de drishti impartida por un nativo posiblemente cultivado en alguna academia británica cuya noche no parecía que fuera a ser como la de ella. Durante el día, la comunión con la naturaleza sería el lógico continuum de un viaje a los desconocido y probablemente nunca más revisitado. Debía aspirarse por lo tanto todo lo que estaba a su alcance, dejar que la naturaleza y penetrara por cualquier parte de su cuerpo. 
La ambientación que le circundaba era especial para él. La humedad del país hacía estragos en las estatuas de piedra que acompañaban los caminos y que simulaban guardianes feroces de espíritus deformes que luego los lugareños incluían en sus danzas. La superstición de pueblos desconocidos no son más que las mismas que los occidentales poseemos y que denominamos creencias verdaderas. Es por ello que al integrante de la casta le impresionaba todo aquello que veía y sentía. 

Ella dominaba su biosfera contagiando a quien la mirase. Él se sintió elegido desde el principio en que la vio, hacía ya varios días, según su relato posterior. Lo atraía hacia su superficie corpórea y envolvía con su mirada cualquier atisbo a ser meramente racional. 
La cabaña en donde lo cobijó aquella noche fue mecida por el agua oceánica y el viento de los dioses indonésicos, lo vistió de nube...No hubo música pero los acordes de los sentidos se hacían notar en toda la aldea. El idioma nunca ha sido un inconveniente para los que se sumergen en la casta; saben de un lenguaje que germina en cuanto se principia a usar, el tacto, es el principal que se usa, el que determina la puerta de entrada a los misterios del alma envueltos en lo físico, la que orienta en donde se encuentran los límites o en qué lugar el gusto es el magnánimo líder del deseo por devenir, aquel sabor a limón que tan solo en ella había descubierto indagando en todos sus cavidades.
Descubrió que llevaba trozos de leyendas escondidas entre los dedos de sus manos y pies, cartas de amor y poemas, creativos de tradiciones y culturas arcaicas renovadas y fundamentalmente de pasiones compartidas que la enseñaban a inventar nuevas sensaciones inolvidables.

miércoles, 11 de mayo de 2022

PENSAMIENTOS INCONCLUSOS (2)


Se dice, y posiblemente sea cierto, que los integrantes de la casta viven intensamente su vida con la certeza de que solo aceptándola de tal forma podrán acceder al pleno conocimiento del humano, a la belleza fugaz, al grito desasosegantemente carnal de la "lucha" por el hacerse uno siendo dos en el momento amatorio, a la importancia desmesurada de los sentidos, incluso los que menos pudieran intervenir en la búsqueda de ese paraíso sin nombre... ¿Qué destino cifrado es el que sume en la desesperación a quien no es reclutado para ser un inánime en medio de una pléyade de seres que circulan sin saber donde irán, como una vez le dijo al Sonámbulo alguien que cruzaba imposibles hados?. 

Los manuscritos de los sueños son ilustrativos. Su relación con el imperio del deseo y las leyes matemáticas de la probabilidad se estrechan. El llamado cuadrado védico, que viene de India según los eruditos, o de las tierras marroquíes, según otros, es uno de los secretos de los trazos geométricos que pueden verse en los edificios, en las puertas, en los libros de lugares como Mogador. Una relación entre estos números, una fórmula, define a cada figura y a su relación combinatoria con las otras. Gracias a este cuadrado, en un mismo plano se combinan formas que normalmente no lo harían. Como si se mezclan en la misma superficie realidades y sueños, fantasmas y cuerpos de carne y hueso, presentes y futuros, vivos y muertos, vegetales y animales, casualidades y proyectos. Alguien, le dijo al Sonámbulo, que el azulejo caligráfico del deseo provenía de ese cuadrado que los maestros calígrafos descifran de los sueños de los habitantes de los edificios, puertas o libros que les encargan. Descifran sus cadenas de posesiones informes y les dan sentido para que nunca olviden las características de esos sueños que forjarán sus personalidades. Y es que el deseo no es algo simple sino todo lo contrario.

domingo, 1 de mayo de 2022

PENSAMIENTOS INCONCLUSOS (1)


Fue su elegante y distante sencillez la que podía confundirse con la arisca intención de despreciar, de sentirse superior a los demás; pero realmente significaba un mecanismo de defensa continuo hasta  poder depositar su confianza en alguien la que le atrajera desde el primer instante. 

Realmente su mundo no era el que habitaba. Lo intuía en lo más profundo de su ser, aunque se negara a aceptarlo. Minimalista hasta la duda histérica de donde estaba su límite para no destacar ni en su más cotidiana forma de transitar, se sentía cómoda con lo indispensable para sentirse confortable fuera de la vulgaridad que teñida de dorados y adamascados le rodeaba. Lo prosaico estaba recogido en su diccionario de una forma falaz, mantenía que aquello no era más que la conducta de los demás, del mismo modo que la falsedad es la verdad de los otros. Conoció otros miembros de la casta que la hicieron ver mundos distintos al que hasta entonces había conocido, imaginó que había vivido en otra atmósfera y que aún le quedaba oxígeno almacenado.

Tras seguirla con la mirada apreció que su íntima discreción llegaba a ser ostentosa. Su manera de entender la vida, ya en el margen externo de su duración, demostraba ser muy distinta a como posiblemente hubiera deseado; sin embargo, la aceptaba con esa imagen que genera la ausencia o la necesidad encubierta de no poder dar la vuelta a una existencia de la que hubiera deseado ser partícipe. Y es que la felicidad es complicada entenderla cuando debiera hacerse. La felicidad como la entiende el total de los mortales, no existe...Sí hay momentos felices, encantadores, modelables para hacerlos como el humano desea, pero la totalidad, por más intensidad que se ponga en ello...no, nunca. Y hay que aceptarlo, aunque provoque cansancios de madera.

Le recomendó que disfrutara el momento, cada día, irrepetiblemente, sintiendo y haciendo sentir. Y la volvió a ver caminando sin lágrimas, con la existencia por destino, con el deseo sin límite, el que fuera, hasta el más libidinoso, convencida de estar modificando sus errores en cada paso que sus espléndidas piernas daban por las calles de su mundo inclasificable, en donde la delicadeza precisa de una fuerza indeleble.