domingo, 28 de junio de 2020

MEMORIAS REDESCUBIERTAS


El gran azul le devuelve la sensación de estar escribiendo sobre su piel, deletreando su nombre, deseándola infinitamente como la vez primera que la vio, intentando inútilmente hoy apartarla de su mente. Cierra los ojos y pierde la calma, se concentra en el recuerdo de cuando leyó que existía una casta de hombres y mujeres con imaginaciones entretejidas, creando una nueva dimensión, la realidad de sus deseos, que son los que movilizan sus acciones, sus cuerpos. Fue ARS, al que luego conoció, quien con Los nombres del aire, el que le condujo a su camino imaginario, hundiéndole en la necesidad de consumir vocaciones de océanos bravíos, tsunamis incontrolables, sensaciones de lugares desconocidos y amados junto a quien iba a ser su camino insospechadamente sorteado de noches insomnes de tactos y otros sentidos hasta el momento desconocidos.
Sospecha el Sonámbulo en la quietud tras el sueño que repara, el reencuentro con aquellos ojos incomprensibles, dulces y amargos a la vez, navegantes por aquella línea del horizonte que recorrieron como profetas de una religión aún no creada, huellas dormidas a la espera de una fuente repelida que realimente el río del deseo tejido entre las manos de un explorador perdido entre miles de desiertos. 
Y es que hoy son los ojos los que hablan, no los labios, no los gestos... es la mirada perpetuante de esa realidad profetizada de un futuro posiblemente inexistente salvo para quienes han tenido un pasado interrumpido...

viernes, 5 de junio de 2020

FRONTERAS



Leí no sé donde que el cuerpo guarda sin saberlo la huella de los deseos cumplidos, y también quizá los que no se cumplieron y de los que ya jamás podrán cumplirse. Y es que siempre existe lo irremediable, que por muchos recuerdos que brillan sobre la mesa, los del cuerpo son más indelebles para el humano, aunque ignore que los del espíritu siempre regresan a esta frágil memoria con la que nos vamos moviendo a diario, óxido, sangre coagulada, cementerio de musgos suturando las llagas de piedras sombrías... 
¡Cómo ignorar aquella mirada, aquel susurro, aquel roce labial que cambió pensamientos y futuros...!. Nadie es más fuerte que el amado, nadie un combate decide tan impávido. Se deja llevar, conducir por caminos ignotos, siente que se cavan abismos o alcanzan cúspides sin rendirse frente a su bisoñez que creía ya superada. 

Nunca reconocí bien el por qué me gustaban las habitaciones de los hoteles. Posiblemente porque en esos obtusos escenarios siempre existe un remanente de enmascaramientos que son escuchados por el vecino, o porque las sombras con las que pernocta el viajero le defenderá de esos intrusos que transfieren inquina al hospedado. Más que nunca la vida se vuelve allí provisional y por lo cual intensa, ávida, apócrifamente feliz (¿o debiera decir feliciosa...?).  Próxima a aquel hotel de Nápoles existe una capilla, la de Paolo di Sangro, príncipe de Sansevero, donde una mujer yacente de alabastro dialoga en secreto con quienes la visitan de tal forma que atrapa misteriosamente... Observarla y sentir, no obstante,  esa privación que debe poseer ante la mirada de los visitantes me congratula con nuestra condición de no ser estatua, de sentir el roce de los cuerpos y de poder dar un paso a esa alcoba a tientas intransitada y compartir ansiedades, escuchar la habitación de al lado...o que escuchen la mía...