viernes, 24 de enero de 2020

SOL NEVADO



El Sonámbulo echa de menos el tatuaje de la luz dorada sobre su cuerpo, memoria de inolvidables momentos en los que poco podía esconderse sin caer en la hipocresía deshabitada de la libido que tan precursoramente describía Duchamp sintiendo la memoria de la carne. 
Y es que ni las frases decisivas son siempre brillantes, ni todo tiene un detrás, como siempre nos quieren convencer, porque  depende del contraste, del viento que nos lleva, de la sombra que proporciona ese deseo inalcanzado, esa materialmente imposible marginalidad del poemario por finalizar. Hasta la brevedad no se agota con la duración... 
Desearía tener el gran azul en un vaso de agua para revisitarlo y estimular ese futuro más que inmediato al que camina y que fuerza oir las palabras partidas por el viento, enfurecido con el humano que desprecia lo único que tiene por momentos, fantasmas en una repetición de sombras en la oscuridad, cuerpos que se entregan yendo hacia la luz, uñas que se clavan en una piel curtida, callosa y aún sin aroma definitivo influenciado por su amadadeseada.
Siente que el frío no estimula al calor interior, más hartazgo de  tópicos como tiene la primavera. Necesita armonía con su estímulo, con su biografía que día a día se crea él mismo, paciente sin pedir explicaciones, prefiriendo sin comparar, amando cada instante...

jueves, 9 de enero de 2020

GASTRÓNOMO DEL AMOR (TERCER PLATO...)


Leer a quienes fueron sabios de palabra es una conducta escasa aunque siempre necesaria para cometer menos errores de los habituales. Seguirlos totalmente es complicado y en ocasiones imposible, pero no por ello debieran ser apartados de nuestros objetivos. Por ello, hoy, releyendo a Gracián, me quedo con uno de sus consejos de El arte de la prudencia, el 174, que habla sobre no vivir deprisa. Escribe que a muchos les sobra vida y se les acaba la felicidad, no disfrutando esos momentos, esos instantes con los que la vida nos deleita. Incluso en el deseo de saber debe haber medida...apunta. Yo me  atrevo a apostillar al Maestro que también debiera ser añadido al deseo de amar o de, incluso...de desear, de seguir buscando la muerte que se da por no alcanzar lo que podría con todo. 
Existen ocasiones en las que hay que cantar canciones de las que nunca se ha aprendido la letra, alojando ese cierto deseo en el desván de los imposibles, descifrando esa sonrisa o su movimiento de la mano al coger la copa, robando al pensamiento ese susurro que alimenta o esa luz nueva que primero ciega y después quema y quiebra una realidad mágica que en realidad es inexistente. Lo decía Lorca, el gran Federico, en su poema Madrugada: "Pero como el amor, los saeteros, están ciegos. Sobre la noche verde, las saetas dejan rastros de lirio caliente. La quilla de la luna rompe nubes moradas y las aljabas se llenan de rocío. ¡Ay, pero como el amor, los saeteros están ciegos!". 
El Sonámbulo es de los que piensa que en los espacios vacíos reposa siempre la posibilidad, como esos rayos sin trueno que nos dejan en suspenso... como ese umami que todos buscamos incluso sin saberlo. 
Mientras escribo e indago sabores que son deseantes, aprecio que el flexo también forma parte de la escritura, que lo pensado insignificante que nos rodea es imprescindible para comprender el global de la magnitud de lo que buscamos para poder seguir viviendo.