Como si de un lento crepúsculo me acompañara, me asomo al exterior. Sopla ese aire que arrastra tristezas y melancolías sin número y que si alguien me viera ahora frontalmente simularía un cuadro de Hopper. Y escucho la timbrada voz de China Moses buscando un amor que la entienda mientras mi imaginación se traslada hacia Courbert, a aquel cuadro que ví en una galería de algún lugar que no recuerdo o no quiero recordar, y que dice todo lo que en algún momento nos hemos preguntado, y cómo el pintor quiso vivir en su interior, quiso vivir en el arte, donde no hay fugacidad ni tránsito, solo dejarse mecer.
Lo más importante que existe y ha existido es el tiempo. Hace tiempo que lo descubrí...hacer del tiempo tu llegada, displicente, verídico, sin sabotajes, solo la verdad, que no es decible, ni un dicho, ni un relato en el diván del psicoanalista, solo esos devastadores minutos que transitan sin piedad por la superficie de nuestros cuerpos que nos obstinamos en cubrir indolentemente, con vergüenza, aunque no llevemos ligueros de encaje ni medias negras. El tiempo es nuestro juez y nosotros hemos de poner los testigos para que su indulgencia atrape el veredicto final. Mientras tanto...
Lo más importante que existe y ha existido es el tiempo. Hace tiempo que lo descubrí...hacer del tiempo tu llegada, displicente, verídico, sin sabotajes, solo la verdad, que no es decible, ni un dicho, ni un relato en el diván del psicoanalista, solo esos devastadores minutos que transitan sin piedad por la superficie de nuestros cuerpos que nos obstinamos en cubrir indolentemente, con vergüenza, aunque no llevemos ligueros de encaje ni medias negras. El tiempo es nuestro juez y nosotros hemos de poner los testigos para que su indulgencia atrape el veredicto final. Mientras tanto...