sábado, 10 de agosto de 2019

EL CALENTAMIENTO DEL PLANETA


Escribía Federico que la luna giraba en el cielo sobre las tierras sin agua mientras el verano sembraba las tierras de tigre y llama. Y qué razón tenía cuando las lágrimas de sudor humedecen la piel sin que se vean adelantadas de un prefijo. Son noches en las que ni el AC sirve para lo que fue concebido y que a los pensamientos les faltan piernas para poder seguir su camino. O incluso onomatopeyas de monosílabos, gruñidos sorprendentes desarrollan secuencias sonoras agradables, siendo los sonidos indomesticados más audibles que lo que se deseara, con la expansión que regresa a la lisura y el sosiego. Es la desazón lo que califica y descifra ese sentimiento. Y persiste el deseo, esa flecha que avanza en círculos concéntricos, toca el blanco y luego nos acierta a nosotros, transformándonos, conferenciándonos el cómo habría sido no haberlo hecho, perturbándonos hasta extenuarnos ese silencio estival que propicia el sueño...

Los lechos recuerdan al hammam en el que únicamente la luz de las velas iluminan el vapor que envuelve los cuerpos, creando seres deformes  que luego poblarán la imaginación del desasosegante, ceremonia privada de la que solo el amadoamante es protagonista , siendo sus manos cabezas desdentadas que miran por los nudillos y muerden con las yemas.