Siento que soy el receptáculo de cuitas y mensajes no entregados. Cada vez más.
Me reveló de sus experiencias nunca efectuadas y siempre suspiradas cuando le tenía a su lado, sintiendo su calor, aspirando ese aroma inconfundible de su piel, imaginando cómo sería intercambiar ácidas transpiraciones, exageradas expresiones que emergieran en forma de voces entrecortadas salpicadas de apneas orgásmicas, superpuestas por labios combatiendo cuál satisfacía mejor, mordidos suavemente, añadidos de voces de "mases" por ambas partes hasta que la vulcanidad fisiológica hiciera presencia, mutuamente, profundamente, duraderamente, cohabitando sin esperar nada a cambio, a la espera de que sus manos se abrieran de golpe hacia una puerta misteriosa, invisible, donde sus fantasmas fueran sus amantes siempre...independientemente de pensamientos autocensurados que se gangrenan porque son heridas que no sangran ni se limpian de posibilidades. Le hizo recordar que es tan difícil ser de alguna manera creyente en algo como no serlo en nada.
Ésa era su dolorosa alegría cuando olvidaba su sueño y regresaba a la realidad de una vida de constante búsqueda, de compartir calles imaginarias, largas o cortas, rectas o curvadas, pero con la inquebrantable esperanza de ese verbo al que siempre regresaba: sentir.