jueves, 30 de mayo de 2019

GASTRÓNOMO DEL AMOR (Primer plato)


La única noche que tiende a no olvidarse es la del desvelo. Las otras, las saboreadas, parece que son postergables, arrinconadas...y nada más erróneo que condenar al abandono las noches dormidas, y más aún las que suceden tras el placer. Es como el amor: el inolvidable es el que nunca fue. Aunque suene a doloroso, a dialéctica imperfecta, a suspicacia pragmática.
Me contó en una ocasión un gastrónomo del amor, que como para el insomnio, también para el olvido hay brebajes y jarabes. Pero ambos son remedios sin discernimiento. Los unos te dormirán tanto (sin sueños y sin sueño), que será como morir. Con los otros no olvidarás, si los tomas, lo que quieres olvidar: lo olvidarás todo, fuera gustoso o no. No me quiso revelar sus remedios para  el olvido porque, según él, poseen el mismo efecto que tiene la cicuta. Sí, en cambio, me dijo que hay palabras que viven subyugadas en el paladar, imperantes ante el desafío de la deglución, siempre previstas para ser dichas cuando menos  ( o más...) se deseara. Sabía tanto este peculiar ser de los sabores que me introdujo en el laberinto de las especias sin yo mismo apercibirme de ello. Cúrcuma, canela, cilantro, comino, polvo de chile, nuez moscada, tomillo, achiote, agracejo, ajenuz, albahaca, anís estrellado, eneldo, curry, hinojo, mahalep, vainilla, sésamo... iban formando parte de mi personalidad intrépida hasta descubrir que las palabras tienen aroma. Es cuestión de vista... y de oído, no solamente de pituitaria... Y es que cada persona a la que un día se conoce profundamente, si se desea conocerla... cuenta con su propio aroma...si se sabe oler, o escuchar,...o ver.
En cierta forma, se lo agradecí porque no es frecuente dar con la explicación al sinsentido.

sábado, 25 de mayo de 2019

DEBER TOMAR DECISIONES...EN FUNCIONES


A Mogador se le llamó también Purpurina porque se fabricaban los tonos de rojo que eran los más preciados para usarlos en las capas de emperadores, reyes o Papas. Al igual que le sucedió a ARS, pisé sus playas cuando era la "siesta de las redes", cuando cientos de redes teñidas entre el rosa y el violeta se secan sobre las murallas de su entorno protegiente. Imaginaba el novelista que vista desde el océano, Mogador puede dar la sensación de que le hierve la sangre. Es posible...o que se esté desangrando...muriendo de deseo...obstinado.
Recuerdo que a las afueras de la ciudad se encuentra las ruinas del llamado Palacio de lo invisible, construido a partir del libro de Aziz, Tratado de lo invisible en el amor. Es lamentable su visión, carcomida su base por las olas, ausente y abandonado como un deseo mal situado.
Es positivo ver la ciudad desde el océano, en la lejanía, para comprender que cuando se les pregunta a los habitantes de Mogador de dónde son, contestan: "De Mogador...por suerte". Otros afirman que son de "la ciudad de la buena estrella", porque un cometa, se piensa, protege a la ciudad orientándola y abriendo en el cielo el mejor lugar posible para ella. "Mogador tiene Baraka", comentan los que la hemos habitado, aunque solo fuera por unos días y deseemos regresar pronto. 
Reconozco públicamente que yo le he mandado a varios seres magníficos a beneficiarse de su atmósfera, de aquello que solo puede ser nutriente para quienes desean seguir viviendo eternamente y abandonar ahí esas tensiones que abruman en ocasiones al humano y le obstaculizan a dar un solo paso. Se lo dije a ARS en una ocasión, y él lo recogió en uno de sus escritos. Eran personas que tenían días en los que les hubiera gustado tomar decisiones "en funciones"... apasionados a los que del cielo les lloverían en su momento lápices de colores si no fueran tan desconsiderados con el Dios de cada uno, que es el de todos, imagino, el que llevamos dentro y nos apoya para aceptar que aunque dicen otros que el amor mueve el mundo, la mayoría de los Sonámbulos nos movemos además a base de  pasión. 
Alguien me dijo en una ocasión que el incendio era aquel al que amaba y no era correspondida, que los demás, muchos, tan solo habían sido simulacros.  Y yo pensé entonces en El Palacio de lo invisible, aquel que está destruido, más  aún hoy posiblemente, pero que tendría mucho que contar en aquella ciudad que es conmovedoramente amable con quien precisa encontrarse, e imaginé que es un error colocar una tirita donde se necesitan puntos de sutura.