lunes, 29 de abril de 2019

SONIDOS SIRÉNICOS



En ocasiones, se despertaba y buscaba la pureza de su ausencia haciendo acto de presencia involuntaria la tristeza insolente de haber vivido una noche más, sentido sus labios, la deuda de un mundo creado por ellos para ser consumidores inmisericordes de unas horas que ya eran pasado perfecto y nunca pretérito imperfecto. 
Observaban luz del faro rebotando en el océano con la misma ferocidad a como embestía su rayo contra las barcas que, como suspendidas sobre el agua, sus dueños buscaban el preciado tesoro del que esperaban surtirse. Y lo vislumbraban absortos, ensimismados frente a aquella imagen tan alejada de lo que vivían en sus vidas, huérfanos de sensaciones a las que ir tras ellas como su el flautista les llamara sin descanso... ¿Existían sirenas como predica la mitología...?.
La huella que su cuerpo dejó en el lecho la fue sintiendo en las yemas de sus dedos mientras la dibujaba diletantemente, sintiéndola en cada centímetro de su tejido. Oía cómo corría el agua...y se sentía tranquilo al saber que hay bellezas que no desaparecen ni con la ducha, y que desde hacía mucho sabía que aquello no podía durar mucho tiempo, que acumular es un modo simple de no tenerse. Incluso los sentimientos.

domingo, 14 de abril de 2019

FUE LA GARÚA


Fue una tarde de garúa, como allí se denomina a una lluvia muy fina que puede dar la impresión de que es inexistente y que las gotas están suspendidas en el aire, un escenario propicio para rememorar la gestión de simulacros, como es la vivida verdad: breve como la fraudulenta desnudez de la carne en esta sociedad que la desea y la insulta para a oscuras extraviarse por sus placenteros y sinuosos caminos cutáneos. Las noches, las tardes, las mañanas, son inconstantes... desocupan el espacio que a tientas buscan los amadosamantes, lanzando preguntas a un aire corrupto de sensaciones que tardarán en marchitarse, insistiendo en esa interinidad de manifiesto continuo que es la vida inconstante. 
La memoria de quien sufre Alzheimer es la menos beligerante. Lo creo. Es indolora, eficaz hasta hacerse tan liviana, sin dogmas ni predicciones, que cada día es único y trascendente, con la mirada irreverente hacia un inexistente futuro del que no recordará el  embadurnado resto de los fluidos amatorios del día anterior, el reflejo fiel en la retina del amanteamado de todo un universo de futuribles que nunca serán. Todo, al fin, para desear que cada momento sea único, el que prevalezca por encima de todo y que la dulzura sea más que un sabor, un sonido que se oiga de continuo.