En ocasiones, se despertaba y buscaba la pureza de su ausencia haciendo acto de presencia involuntaria la tristeza insolente de haber vivido una noche más, sentido sus labios, la deuda de un mundo creado por ellos para ser consumidores inmisericordes de unas horas que ya eran pasado perfecto y nunca pretérito imperfecto.
Observaban luz del faro rebotando en el océano con la misma ferocidad a como embestía su rayo contra las barcas que, como suspendidas sobre el agua, sus dueños buscaban el preciado tesoro del que esperaban surtirse. Y lo vislumbraban absortos, ensimismados frente a aquella imagen tan alejada de lo que vivían en sus vidas, huérfanos de sensaciones a las que ir tras ellas como su el flautista les llamara sin descanso... ¿Existían sirenas como predica la mitología...?.
La huella que su cuerpo dejó en el lecho la fue sintiendo en las yemas de sus dedos mientras la dibujaba diletantemente, sintiéndola en cada centímetro de su tejido. Oía cómo corría el agua...y se sentía tranquilo al saber que hay bellezas que no desaparecen ni con la ducha, y que desde hacía mucho sabía que aquello no podía durar mucho tiempo, que acumular es un modo simple de no tenerse. Incluso los sentimientos.