Hay frases que estremecen, por su fortaleza, por su debilidad, por lo que dicen diciendo, por lo que dicen sin decir... Una de ellas la escribió ARS en Los jardines secretos de Mogador: Huelo a distancia magnolias en tu vientre y me trastornan.
Del mismo modo que para ser extranjero basta viajar, para sentirse menos extranjero ayuda que los demás también hayan viajado. Esa es la gran enseñanza, abrigar la sospecha de que aquellos con los que hablas sepan tu idioma, de igual forma que la garúa cae sobre tí para que entiendas mejor la geografía que estás visitando y cuya lengua te empareja a cada paso con el de la acera de enfrente. Con el paso de los años me afirmo en la fe de que una misma lengua debería haberse impuesto, obligado, de la misma forma que nos obligan a pagar impuestos o a no provocar accidentes en las carreteras, que la ONU, UNESCO, FAO, OEA, etc. y otras instituciones a nivel mundial se hubieran empeñado en la voluntad de evitar duelos para que todo el mundo nos pudiéramos comunicar sin la barrera idiomática que impide transportar los sentimientos de la misma forma, y no ser traducidos con meras aproximaciones. Porque nunca el viento es igual que la voz. Sí, te envuelve, te hace saber que está ahí, pero solo es un tránsito, se irá y no se quedará a reposarse. Estoy seguro que mucha sangre derramada, muchas lágrimas lastimeras y sufrientes se habría evitado, muchas pieles se habrían acercado si el mismo habla hubiera abierto la puerta del diálogo a la par, a la comprensión sin intermediarios. Nunca los intermediarios son buenos, siempre se quedan con el aliento del alma. Conozco dolores que dejan en ridículo a todas las teorías que existen o puedan llegar a existir. Hoy, afortunadamente, hay miradas que prestan los ojos, que telepatizan discursos no escritos, pero aún son una gran minoría desconocida... son ese mundo invisible del que habla ARS, como la intensa y pesada fragancia, casi alucinógena de algunas flores como el ylang ylang, las gardenias o las azucenas, o como ese prolongar el aroma de las magnolias en un vientre al que el deseo insiste en acariciar.