lunes, 31 de diciembre de 2018

NOCHEVIEJA DE TODAS LAS NOCHES.


Siempre el día de fin de año, aunque suene a cursilada, es motivo para analizar los 365 días pasados..., nunca los siguientes. No aceptarlo figura entre los prejuicios de una sociedad que no logra desprenderse de lo que le sobra. Ya Einstein dijo que es más difícil romper un prejuicio  que un átomo...(y de éso entendía algo...). 
El Sonámbulo ve hoy desde su privilegiada atalaya todo aquello que tiene que ver con los sentimientos, lo que mueve el mundo, ese Mayflower que se toma como último asidero para continuar estando, por el que se espera lo siempre inesperado y por el que se han hecho siempre locuras. Se vive un mundo al que, (no queda otra) hay que amar por quien se ama, aspirar a mejorarlo porque quien se ama lo habita, y desearlo como se desea a quien se teme perder porque nada dura eternamente, como dice el bolero. 
Mucho me han hablado este año de desamores... Les comento que en el amor está inscrito el desamor como las placas en el caparazón de los galápagos, como las huellas de una pintura en la pintura, como el texto en el palimpsesto. Aquella caricia que tantas hormonas le desbarataron, mañana le dejarán indiferente, y su rostro no será ya su rostro, ni su despertar el suyo. Y no lo habrá hecho la cirugía ni el psicoanálisis, lo habrá efectuado la propia vida, el simple hecho de vivir. Y vendrán otros labios y otros dedos que satisfarán deseos de orfandad sensual y sentimental convirtiéndose en musas existenciales.
Somos Ulises permanentes en constante viaje huyendo hacia el Paraíso sin detenernos a apreciar los diminutos y estimulantes paraísos que nos encontramos por el camino, éxtasis carnales, camino de perfección. De la carne al Paraíso mundano, o no, de la voluptuosidad al Parnaso antes de ser destruidos por cualquier desaprensivo de la vida que no se ha extasiado viendo El origen del mundo, de Courbert.
¿Quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿de dónde venimos?, ¿qué debemos hacer con nuestra vida?, son las preguntas que cualquier deseante de la casta de Los Sonámbulos debiera responderse antes de que den las doce campanadas de todos los años.
Y al final, como alguien pudo escribir: la vida cruel, sanguínea, carnal, voluptuosa, la vida y su dolor y sus sonrisas, estaban allí, encajadas como un sexo a otro sexo, como la boca a otros labios... mientras sonaba Tom Waits en el tocadiscos...

domingo, 30 de diciembre de 2018

FINALIZANDO EL AÑO


Siempre el gran azul ayuda a resetear la mente, recobrar el sentido de las cosas, de los movimientos que efectuamos en las ciudades con voz de lluvia, o aquilatar esos besos que nunca se dan dos veces de la idéntica forma a la misma persona... De alguna manera, con esa inmensidad frente a frente, somos habitaciones con vistas a imágenes que deseamos. Una vez son cuerpos con sus ventanas que cuesta abrirlas, otras son balcones que incitan a mirar por ellos esas vistas tan lejanas y a la vez prestas a entrar por nuestras pupilas sin descuidar el más mínimo reflejo del agua que huele a salitre ajazminado. En ocasiones, cuando las ausencias son interminables, las sombras vuelan como un insecto cada vez más oscuro por sus dependencias sin resistirse el aire a su demencia. Abandona el pensamiento sus alas con las manos del mendigo que vive en los suburbios de un recuerdo almacenado sin goma de borrar a su alcance... 
El destino nos busca con sus remembranzas que a veces huyen de los rostros depositados como si fuera un nido sin canciones, sin gestos, borradas fechas de árboles inexistentes. Y es que lo excesivo es tan espectacular como poco interesante cuando se ha visto un par de veces...
Hace años que me resuena una melodía que nunca he escuchado.

viernes, 21 de diciembre de 2018

INVIERNO AÚN OTOÑAL


En ocasiones, las calles se vuelven elásticas, ¿no lo has notado?, me preguntó alguien en una ocasión. Y los demás estamos allí, bajo cables, lámparas, hormigón... pero las calles son flexibles, ajustables, acomodaticias a como nosotros las hemos transformado... Y me hizo pensar. Más aún cuando veía a golondrinas amenazando fachadas imposibles para consuelo de los otros. Y sentí entonces esa elasticidad, ese laisser faire al que tanto le cuesta al humano acostumbrarse. Será por eso que me gusta mirar el gran azul, observarlo en invierno, vislumbrar el arcaico crepúsculo semejando a ese inesperado visitante al que acabas acostumbrándote  por mucho que te provoque distancia y lejanía, y que tras dejarle pasar acaba siendo la gaviota a la que extrañas cuando en las mañanas no viene a despertarte al alero de tu balcón... Y pienso: Hasta otra vez...o hasta nunca, recordándome aquella mirada, aquel roce, aquel viento que todo se lo lleva y se desintegra...elásticamente, no acabando de irse, asiéndose entre una palabra y otra, penetrando una pupila en otra..., un sueño en otro. Hay días en que ni siquiera lo imposible tiene razón de ser...Y aún así, el Sonámbulo lamenta no haber sido ave marina para hablarle a la gaviota y subir sobre su lomo para adentrarse en las perezas que emocionan. 
Hay cosas que solo se tienen cuando se dan, como las gracias, o como el amor...ése que rueda lo mismo que una piedra por los despeñaderos de la noche y se palpa la hermosura de una piel que huele a quien la posee, mientras se entrega a la afásica memoria, activa amnésicamente  con la carcoma de la soledad que engrandece el misterio. 
La vida es ambigua, siempre lo es, siempre debe serlo, sorda a los oráculos, quemante al fuego del salmista que distancia al funeral del desamor de la providencia del deseo inveterado. 

lunes, 10 de diciembre de 2018

LIBROS ABIERTOS



Releo un libro de ARS (Nueve veces el asombro) en el que dice: en una lengua muy antigua del desierto, la palabra Mogador significa "lugar donde aparece el destino", donde se hace visible de pronto el sentido de la vida porque toma el cuerpo de un deseo ardiente por una persona". Dice también que las mujeres usan una caligrafía más o menos indescifrable y se hacen en el pubis un tatuaje en donde dan vida a ese o pequeño o gran  incendio que ha consumido o transformado algunas vidas. Siempre el pubis habla porque los labios están cercanos y traducen con su parlamento lo que el cerebro y el corazón han asumido antes. 
Siempre de volver a la lectura de libros que te enseñaron se puede aprender. Será porque ya tú no eres el mismo o porque el modo de pensar ha variado en tu mente, que los sonidos indiscretos del deseo se manifiestan de otra forma, con otros vientos, con piel de jaguar o instantes más confluidos que demoran el tiempo, lo tranquilizan y desaceleran lo que en otro tiempo se hubiera apresurado. El tiempo es un sexo abierto a la imaginación respetuosa, a una aparición nunca antes imaginada que procura una visión abisal, a ese misterio oculto que facilita el recibimiento y se mantiene en un baile a dos sin permiso para ninguna otra entrada, a ese espacio inviolable por nadie, incompartido, solemne porque lo mágico solo es  de dos.

Hace años que comencé a leer y mirar... y tengo la impresión que siempre me quedo en las primeras líneas...dilucidando si entre la templanza y la indiferencia media alguna forma de pasión encubierta.

sábado, 1 de diciembre de 2018

AROMAS ETERNAMENTE VIVIENTES


Era como si una mano le estuviera diciendo: "Entra...entra...entra...". Intuía que se trataba de nuevo del imperioso deseo que todo lo inunda reprimiendo esa bocanada de aire imprescindible para poder seguir viviendo. Penetró con cierto temor, (como le leyó en una ocasión a Francisca Aguirre), como si fuera el caballo de lidia que en pica va hacia el toro con los ojos vendados conducido por quien le ha adiestrado y confía le va a hacer bien seguir los empujes del jinete. Hasta le causó escrúpulo el suave tintineo de la campanita que colocada en el dintel de la entrada anunciaba el advenimiento de un nuevo pasajero a la nave del olvido... Y allí contempló aquel Olimpo, lo que siempre había imaginado tener en forma de objetos, cosas simples que otras manos, otros cuellos, otros cuerpos en suma habían transportado, o tocado, o asido, o simplemente visto o adornado paredes de casas vibrantes y latientes, centelleadas por presencias casi transparentes y siempre arraigadas. Durante aquellos minutos, muchos, se sintió parte de ellos, transportado a lugares imaginariamente vividos donde con ella estaba, como en el café Hafa viendo el gran azul perenne, asida a él como una adolescente lo está a su primer amor, siempre con la palabra en las manos, arrojándola a una vida avariciosa, amenazante, usurera y sobre todo  incierta. Hubo un momento en que se sintió el náufrago solitario al que un día le llevó el sueño en la oscuridad abisal del agua marina, aquel día que descubrió momentos felices.

La memoria siempre es efímera...(¿o será que soy de frágil olvido...?), y alfombra el tiempo pasado con hojas por las que la savia ya no circula y son hojas muertas, como lo describe espléndidamente la canción francesa de Prévert y Kosma, y que fue Yves Montand quien luego la eternizó. Asumía que caminaba por las mismas hojas, pero de un almanaque de recuerdos deformadamente reales, envueltos en trechos de vida aletargada, cobijándose sobre el desierto del gran azul donde se arropaban junto a él para vivir la noche del poniente, con la luna como único invitado y con las estrellas como voyeurs de sus estremecimientos, sus lujuriosas miradas, sus ávidos gritos de gozo una y otra vez, alimentando su delirante deseo de no sucumbir al día, a continuar enredado entre sus largas piernas, anudándose como serpientes en celo... Todo y más le decían aquellos esqueletos de materias que un día fueron objetos y hoy habían alcanzado el grado de unicidad porque el Made in China ha vulgarizado todo... hasta a las personas. Y fue entonces cuando unas lágrimas ignominiosas, indignas y traicioneras surgieron sin arrepentimiento alguno de sus ojos, objetivando esa soledad que únicamente conocen los que la alcanzan sin quererlo, una soledad envolvente, penetrante, ilimitada, sin cura, y que le devolvía la imagen de aquel ávido afán que nunca más fue pero al que sin embargo su perfume no era amnésico, no se había evaporado...lo había recobrado dentro de aquellas cuatro paredes vivientes en un país en el que ella aún habitaba...