sábado, 26 de agosto de 2017

DEL CAMINAR


La forma de caminar es muy proporcional a la personalidad del caminante. Muchas ocasiones ha sido motivo de debate entre asiduos a pensar, y siendo más precisos a los abundantes estoicos que aportan ese cierto escepticismo que les hace optimizar el criterio de los contrarios. 
Ocasionalmente, tras conocer por vez primera a alguien se vislumbra esa equivocación por el voraz descubrimiento de saber no quién era sino cómo era, tras si de un sueño se despertara y la primera imagen que apareciera fuera ella. Manera de caminar, más aún de desplazarse, con los movimientos no solamente de pies o rodillas sino de cadera, son los que distinguen al protagonista de cada vida.  Como si de una clase de un hipotético Máster en caminar y personalidad, sería interesante aconsejar la visión de algún episodio de la última temporada de House of cards, y ver andar, mejor dicho: desplazarse,  a  esa magistral Robin Wright, y percatarse con ello de los pensamientos de Claire Underwood, por ejemplo, y escuchar lo que su mente está revelando: la posesión es fruto de la ausencia del deseo..., por ejemplo, imagino.

Afortunadamente, no todo eso queda en lo virtual, en la fantasía de un guionista, y ustedes, queridos leyentes (sí, neologismo excluyente y excluído) míos, pueden hacer la prueba. Déjense llevar por la curiosidad de ver ese movimiento corporal que va en su vanguardia, transmitiendo por donde pasa su forma de ser, sus miserias y bondades, sus obsesiones y sus espontáneas calmas... adelántele... léale su rostro y más tarde deje que el destino les haga conocerse... a solamente quienes desee que hayan de ser conocidos, porque sepa que el deseo es una flecha que avanza en círculos concéntricos, toca a nuestro blanco y luego nos toca a nosotros, nos transforma, pero de eso ya hablaremos en otro momento.

lunes, 14 de agosto de 2017

PALABRAS CON AROMA


Los pertenecientes a la casta de los Sonámbulos se saben poseedores de una manera de viajar que no se localiza en una agencia de viajes, son expertos en intuir, discernir, presentir e incluso llegar a adivinar qué es lo que presagian los movimientos de lo que unos llaman alma, otros espíritu y pocos solamente deseo. Sueñan sueños ajenos, incubándolos intemporalmente, y despiertan junto a quien les envía ese abrazo sin palabra que solamente diagnostica el amadoamante. 

Los Sonámbulos, según me dijo un amigo milanés, ven los cuerpos amantes sin que los perciban, como también dice ARS en su Elogio del insomnio, echando raíces, subiendo por las paredes de las casas ingeniadas para vivir fuera de la penumbra, suceder al sol y llenarse de criaturas irreales para los demás mortales, asomándose por la puerta de manera inocentemente etérea. El deseo, melodía de los Sonámbulos, es un intruso amable, que orienta las brújulas del cuerpo que obedece a insólitos magnetismos, a intimidades que se abren a la intemperie para hacerse visibles y táctiles, mapas que son interpretados como antes nunca se hubiera imaginado poder ser descifrados, palabras que desprenden aromas de eternidad. 

Las Jassibas literarias, ésas que tanto iluminaron al forastero mogadoriense son las que concluyen: " Búscame sin mirarme, tan solo con la fuerza de tu cuerpo sintiendo al mío". 

viernes, 4 de agosto de 2017

IMÁN DEL DESEO


Calles de cuerpo, detalla ARS en uno de sus escritos, para hablar del último contacto que había disfrutado con su amada, cuerpo de calles, las ciudad en ellos, por donde caminan.

Hay un baile japonés llamado butoh, creado en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata que lo interpretan dos seres desnudos. Es una reflexión  sobre el cuerpo y el lugar que este ocupa en el cosmos. Sus movimientos son febriles, sexuales e irracionales en algunos momentos, tiene espasmos e incluso gestos de sufrimiento. Algunos de sus intérpretes lo han ido modificando haciéndolo más intrusivo, hasta que acaban de hallar lo que ellos llaman "destino", alcanzado cuando el movimiento corporal es mínimo pero la actividad mental es muy intensa. Ése es el instante en el que lo tenue, lo sutil, permea los dos cuerpos, como si estuvieran en el hammam, compartiendo un sueño, saboreando el umami del deseo, piel transparente. Más tarde, ambos quieren entrar y salir del sueño, el movimiento se torna siamés, secuencia del placer que traspasa las manos y que lo conduce hasta la corteza cerebral para hacerlo real, vigil, siempre insomne para permanecer. ¿Podría llamarse imán de deseo...lo que aquellas calles se dibujaban en el cuerpo de ella, de él, grafiteando sus paredes con caricias, besos, roces cutáneos que dejaban tatuados momentos?.