Me decía con una profunda pena, de esas de las que no se ve el fondo: "Él sabe a mar, yo no sé nadar". Y añadía: "La nostalgia es lo único que nos queda a los que no creemos en el futuro". Le expliqué lo que creo de la nostalgia...
El mal de amor tiene difícil tratamiento, como todas aquellas cosas que lo valen. Le achacaban que tenía mala memoria y él les respondía que era de buen olvido.
Ella quería recitarle aquellos versos de Ángel González:
Alga quisiera ser, alga enredada,
en lo más suave de tu pantorrilla.
Soplo de brisa contra tu mejilla.
Arena leve bajo tu pisada...
Pero la opresión en su pecho le impedía exhalar cualquier pequeño destello de soplo que le llegara a su oído para poder reunir, tímidamente, con el rumor del mar que dejaba al oirle caminar, su sentimiento. Amar y dormir son dos placeres que precisan paz para hacerlos bien y no convertirse en guerra.
Llegué a decirle que se dejara de lamentos, que ni las lágrimas son negras (perdóname Cigala por haber masoquisticamente disfrutado de tu canción con Bebo...) ni el reloj va a detener el tiempo.
Hoy la he visto y me ha parecido respirar el amizcle que emanan los cuerpos entregados. ¿Habrá aprendido a nadar o él será tendente a subir montañas...?