domingo, 4 de septiembre de 2016

LA SERENIDAD DEL GRAN AZUL DESLIZA PENSAMIENTOS




Recuerdo un pasaje de Los nombres del aire, de ARS, en el que habla de una planta conocida por el nombre de Impaciencia. La describe como de  tallos frágiles y con la superficie de sus afiladas hojas  dirigidas hacia la luz de una forma exagerada y no vista antes en otras plantas. Pienso que podría ser como esa mirada, que busca y no encuentra con la rapidez necesaria para ser otra, tan distinta a la que antes era, desmintiendo con sus no movimientos su propia peculiaridad. Se atisba curiosidad religada de necesidad.
Suelo fijarme en el caminar de los que me preceden por las calles. Muchas veces, las más, es de una manera totalmente espontánea, no buscada. Otras he de reconocer que furtiva, con la incógnita en mi pensamiento, investigando esa posible coincidencia con lo que presupongo es o quiere ser su forma de ser, éso que llaman personalidad. Evidentemente, en la mayoría de las ocasiones nunca sabré si coincide su desplazamiento con su manera de comportarse ante la vida y que cuesta toda ella para saberse nacido o intuir que se está yendo por momentos sin poder impedirse... Desconcierta mucho saber que como el agua entre las manos se va por cualquier espacio, que no se retiene por más que se insista en ello. Por todo lo dicho, y no dicho, es importante hacer valer cada instante y no aturdirse porque otros no comprendan que en ocasiones nos topamos con una línea, que sin ser roja ni infranqueable,  viene bien traspasarla, por uno mismo, obvio, y no se hunde la existencia. Hasta a ella... a la línea, le va bien...
Y no es por impaciencia, como la planta, es por serenidad, que no es pasividad...ni mucho menos.