En ocasiones, la poesía es más sincera que la propia historia, y no porque perfeccione lo imperfecto, sino por todo lo contrario. La perfección siempre oculta la verdad, esa palabra que sobresalta más que tranquiliza, que acuna tópicos de lo que está ausente. La perfección nunca se muestra discreta aunque parezca esforzarse en ello. Busca la aprobación y la reproducción para saberse primigenia.
La memoria bien elaborada no es nunca solamente un recuerdo, es la transcripción modificada de un deseo, la vitalmente anunciada creación de lo que pudo existir y posiblemente fue.
Me dijo alguien que era muy sabio: "Crecer es aprender a esperar". Y yo sigo esperando para entender qué es lo que nos acuna hasta encontrar esa satisfacción que profesan aquellos que caminan con la mirada serenamente perdida, apresurándose despacio hasta el quicio de esa puerta que conduce a lo que cada uno se ha construido en toda una vida.