sábado, 16 de abril de 2016

SOPLIDOS FUGACES


El tiempo siempre es la distancia entre dos amores eternos, me cuenta un adorador del sonambulismo mientras me insiste en que a los humanos les sobrevuelan excesivos estorbosos ángeles del pudor, como alguien calificó hace años a esas sombras que humedecen y ondulan las figuras femeninas que pasan frente a nosotros. 
Lo transitorio siempre es intenso, como en Mogador el rugido del Atlántico habla de contenidos fugaces y enloquecidos al frisar la tarde augurando una noche desvalida y en nada desabrida. Es ese efímero suspiro el que siempre demora llegar a donde otros decretan se ha de arribar para concederse sus sueños... eternos. Sin embargo,  en absoluto se precisan esas ausencias que conforman la personalidad de aquellos que toman esas quimeras con temor a perderlas, con fuerza y al mismo tiempo con suavidad, equlibrando el impulso con el deseo.

lunes, 4 de abril de 2016

DE LO QUE APENAS SE HABLA.


Todos los libros que ARS ha escrito sobre Mogador, en alguno de sus pasajes, existe la comparación con la mujer. Dice en uno de ellos: "Entraba en ellas, las poseía, pero en el fondo siempre le eran inaccesibles. Parecía afirmar, como buen maestro sufí, que nunca se termina de poseer a alguien, especialmente a las mujeres y a las ciudades".
Fuera de la misoginia arraigada de algunos (demasiados lamentablemente) hombres, debiera buscarse en la profundidad del alma femenina aquello que justifica su esencia, esa que pone banda sonora a cualquier episodio del día y que le provoca su propia renuncia, como muchas presentaciones que son realmente ocultamientos. 
Lorca, un inveterado estudioso del interior femenino, pone palabras a esas mujeres concebidas no solo para ser el contrapunto a la masculinidad del varón sino como compendio de virtudes y defectos del género humano, porque ella, la mujer, es la que compila a los dos, al hombre y a la mujer por igual. Lean Yerma, La casa de Bernarda Alba o Bodas de sangre, y disfruten, aunque al final triunfe la tragedia... Posiblemente habría escrito sobre el pálpito de todas sus pasiones: Cuando vienes, regreso a mí.