La impaciencia es una respuesta a la sensación de miedo que produce pensar en no llegar a conseguir lo que se desea, a no ver, tocar, saborear u oir aquello que tanto tiempo se ha estado esperando obtener... Podría denominarse también fragilidad, conducto a la ilusión de controlar no sólo el resultado, sino cómo ese resultado se ha de lograr. Es un guión perfecto dentro de la imperfección que es la propia vida... El impaciente sufre mucho, silenciosamente, porque sueña con su realidad en un presente que todavía está por llegar. Hace años leí a un gran pensador, que la autopsia es más incómoda cuando por impaciencia se practica antes de que algo o alguien esté finiquitado. Y es que la vida serena prolonga la duración de cada instante.
Dice un proverbio zen: Si comprendes, las cosas son así. Si no comprendes, las cosas son así.
Allí está la respuesta para el impaciente, en su propio interior, en conocerse y saber cómo vencer su defecto, aquel que le hiere sin cesar, porque las heridas que no sangran traen sus propias gangrenas, las más peligrosas, las que destruyen sin capacidad de respuesta.
Entender que cada situación lleva su propio timing es producto de la sabiduría que nos caracteriza a los humanos, como saber que la verdadera cercanía entre las personas siempre se mide con palabras, por ello posiblemente hay tanta cantidad extranjera en el mundo de las pasiones que ni siquiera son de otro lugar.
También puede ser que ese cuerpo del humano haya sido teñido de excesivo número de ausencias y por ello todo se cogiera con miedo a perderlas, con fuerza, y al mismo tiempo con suavidad, como si se temiera también romperlas.
Fue Kant quien dijo que la paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia, la debilidad del fuerte. Puede ser. Lo que calla el filósofo es que el impaciente pierde fortaleza por el camino, confunde inconscientemente, hasta que no hay ya forma de subsanarlo, deseo con apetito, y hace de la inquietud, de la impaciencia, la insatisfacción permanente. Y ahí, solo hay dolor, y siempresiempresiempresiempre para el mismo...
También puede ser que ese cuerpo del humano haya sido teñido de excesivo número de ausencias y por ello todo se cogiera con miedo a perderlas, con fuerza, y al mismo tiempo con suavidad, como si se temiera también romperlas.
Fue Kant quien dijo que la paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia, la debilidad del fuerte. Puede ser. Lo que calla el filósofo es que el impaciente pierde fortaleza por el camino, confunde inconscientemente, hasta que no hay ya forma de subsanarlo, deseo con apetito, y hace de la inquietud, de la impaciencia, la insatisfacción permanente. Y ahí, solo hay dolor, y siempresiempresiempresiempre para el mismo...