sábado, 22 de septiembre de 2012

DESEO INTUITIVO


A Fatma le gustaba ver desde lejos la subasta de los peces en el puerto. Pero, como cuenta ARS, la sacaban de esa flotación las ancladas miradas de los hombres en la subasta y sobre todo la de Amjrus (...) la observaba desde hacía mucho tiempo y se dio cuenta cómo ella fue llenándose con las larvas de la melancolía. Pero él había notado, más que sus intermitentes tristezas, la manera tensa en que su cuerpo se había poblado de necesidades. Se equivocaba creyendo que las voces de la carne son también para quien de lado las escuche.  (De  Los nombres del aire. ARS. Alfaguara.)

La intuición, como la misma palabra, es femenina. Por ello, tal vez, al hombre extraño en la concentración le cuesta apreciar el lenguaje de la mujer, su diálogo sordo en tantas ocasiones, incluso agestuado. Debiera reposar su pensamiento para anular lo que aquí dijeron tantos:

Cuando pienso
que ya no pienso en tí,
sigo pensando en tí.
Quiero intentar ahora
no pensar
que ya no pienso en tí.
                                         (P. Atzlawick)

El deseo, como cualquier otro sentimiento (¿o es sentido...?), precisa ser conducido para que escale muros y salte zanjas. El deseo puede congeniar con el/la deseado/a del deseante. Estoy convencido. Siempre el humano tiene herramientas para llegar a convencer que el aire puede ser inhalado mutuamente. No importan edades ni prejuicios. La vida debe ser desvivida hasta el último suspiro. Solo así descansará el espíritu.



miércoles, 5 de septiembre de 2012

DENTRO Y FUERA



Pasó por aquella puerta, por su puerta, y notó una extraña energía que le obstaculizaba seguir. Ella le detenía como una mano impuesta sobre su pecho. Y comenzó a sentir el latido acelerado de un corazón dispuesto a abrirse a un atrevimiento que no le era desconocido. Pensó en fingir indiferencia a tal llamada. Sin embargo le fue imposible. Como tampoco se tentó en empujar aquella cancela misteriosa.
Se sentó apoyando su espalda en la pared de aquella casa llena de misterio y se afanó en percibir qué le disuadía seguir su camino. Cerró los ojos, agudizó sus oídos y una serenidad como nunca había apreciado se apoderó de su cuerpo. La sintió como jamás había sentido el deseo sobrehumano. Transcurrieron instantes imperecederos que nunca comprendería, y llegó a advertir la sabiduría de no saber qué estaba dentro y qué fuera...