El sonámbulo les habla en muchas ocasiones a quienes están ciegos y sordos vitales que siempre hay algo que buscar, no se desesperen y sientan el cansancio sobre sus espaldas porque ese enlentecer causal siempre aparecerá, se quiera o no, con el paso del tiempo. Por ello, mientras no arrive, se siga amando lo imposible, deseando lo infinito. Pero no amar de manera posible lo imposible ni desear de modo infinito lo finito... sino mirándose en el espejo, por muy pequeño que éste sea sea, aunque se haya restaurado en varias ocasiones.
El cansancio más profundo siempre proviene de sumar todas las desilusiones que nos creemos ya olvidadas, de acumular todas las desesperanzas a las que negamos su existencia, de soportar todo el peso del mundo como si fuéramos un Atlas... El cansancio proviene también de haber dejado de desear con todas las fuerzas que una vez lo hicimos, lo que sea, a quien sea, en donde sea... ¿Dónde quedó la experiencia de las actitudes?. La sabiduría no es transmisible como no lo son las soluciones de ayer a los problemas de hoy, sí el acto no la forma...
Me preguntó alguien en una ocasión: ¿Habré amado alguna vez?. Sin duda tuviste la intención, pero la capacidad... ¿la tuviste?. Lo pensaré, me contestó. Todavía espero su respuesta.
Y es que aún no existe una asignatura en el curso de adiestramiento a la vida que se titule AUTOCONOCIMIENTO.
Seguiré exigiéndola.